Las mujeres protagonizaron la
revolución agraria de laprehistoria
La fortaleza de sus brazos, superior a la de las remeras de élite, sugiere
su rol central en las tareas agrícolas
UNA MUJER CRIBANDO EL ARROZ |
Con molinos como este, de hace 5.000 años, las mujeres molían
a mano el grano hasta obtener harina.
|
Las mujeres de la prehistoria tenían unos brazos que ni las atletas del club
de remo de la Universidad de Cambridge (Reino Unido). El estudio de los huesos
de restos de féminas de hace más de 6.000 años muestra una relación entre el
húmero de los brazos y la tibia de las piernas que solo se explica por una
intensiva carga de trabajo en las extremidades superiores. Fue por entonces
cuando las comunidades europeas comenzaron su transición a la agricultura.
Aquella gran revolución habría tenido entonces un mayor protagonismo femenino
oscurecido hasta ahora.
Hasta la llegada del Neolítico, las poblaciones humanas dependían fundamentalmente
de la caza y la recolección. Estudios de los huesos habían demostrado que, al
menos en los hombres, se había ido produciendo un declive de la resistencia, de
la fuerza de la tibia, el principal sostén óseo de las piernas. La explicación
más lógica es que, al sustituir las largas caminatas propias de las jornadas de
caza por labores agrarias, siempre más sedentarias, los huesos de las
extremidades inferiores soportarían menos carga de trabajo y se habrían ido
adaptando. Pero, ¿qué sucedió con la osamenta de las mujeres?
"Comprobamos que, durante los primeros 5.500 años de la
agricultura, las mujeres prehistóricas tenían unos huesos de los brazos más
fuertes que los de la mayoría de las mujeres de hoy, incluso más que los de las
remeras", dice la investigadora de Cambridge y principal autora del
estudio, Alison Macintosh. En concreto, encontraron que aquellas mujeres tenían, de
media, los húmeros de los brazos un 30% más fuertes que los de las activas de
hoy y hasta un 16% más que las remeras. Para hacerse una idea, el remo es un
deporte que exige mucho esfuerzo a los músculos del tronco y los huesos de los
brazos. Las remeras del estudio entrenan más de 20 horas semanales, recorriendo
unos 200 km a la semana desde hace al menos siete años.
Macintosh ya había publicado en 2014 otro trabajo que ponía en
paralelo el avance de la agricultura en Europa con los cambios en los huesos
de los hombres. Allí, confirmaba que la parte central de la tibia
(diáfisis) se fue haciendo más recta y ocupando un área total menor a medida
que se hacían más sedentarios. En las mujeres, cuya respuesta esquelética a las
presiones continuadas es menos marcada, el nuevo trabajo, publicado en Science Advancesmuestra
que la relación de carga entre extremidades inferiores y superiores ha ido cambiando, ganando relevancia
los brazos sobre las piernas.
Una posible explicación a esta fuerza de los brazos podría estar
en la molienda del grano. "No podemos decir concretamente qué prácticas
estuvieron provocando la carga ósea que hemos encontrado. Sin embargo, una de
las principales actividades en los primeros tiempos de la agricultura era
convertir el grano en harina y esa tarea fue probablemente cosa de
mujeres", apunta Macintosh. Aún hoy, en las sociedades agrarias
tradicionales es una actividad central.
La antropóloga del University College de Londres María Martinón recuerda que "los huesos son tejidos vivos que
responden y se adaptan al tipo de actividad o estímulo a los que los
sometemos". Para la investigadora española, no relacionada con el estudio,
"esos cambios se pueden utilizar para inferir el estilo de vida o la
actividad física de una población".
Por eso considera relevante esta investigación: "Durante
mucho tiempo hemos subestimado probablemente la actividad física y carga
biomecánica de las actividades desarrolladas por las mujeres en la prehistoria,
sobre todo en el periodo en el que adoptamos una cultura basada en la
agricultura y la domesticación".
De hecho, otro de los resultados de la investigación de Alison
Macintosh y sus colegas es que, además de la mayor fortaleza en los brazos,
entre las mujeres de los primeros milenios de la agricultura existe una gran
variedad de morfologías óseas entre las distintas muestras, lo que reflejaría
el desempeño de variadas tareas agrícolas. Algunas las recuerda Martinón: "Plantar y recolectar cosechas,
procesamiento del alimento como el molido del grano, el cuidado de los
animales, acarreamiento de agua y alimento para el ganado, tratamiento de
pieles... En otras palabras, las actividades físicas realizadas por las
mujeres en este periodo han sido cruciales para el éxito de uno de los mayores
hitos en la evolución y éxito demográfico del Homo sapiens, como
fue la adopción de una cultura agrícola y ganadera".
Quedarían dos importantes incógnitas por despejar. Por un lado,
si este fortalecimiento de los brazos femeninos también se produjo en otras
regiones del planeta a medida que se expandía la agricultura. Por el otro, si,
como sucedió con las mujeres, los brazos de los hombres también se
fortalecieron, es decir, si su papel en la revolución agrícola fue tan
relevante como en los tiempos de la caza y la recolección. El grupo de
Macintosh ya piensa analizar el húmero de los hombres centroeuropeos de hace miles
de años.