Muere la
escritora Úrsula K. Le Guin, maestra de la ciencia ficción
La autora ha fallecido a los 88 años en su casa de Portland, según ha
informado su familia.
La muerte de Ursula K. Le Guin (Berkeley, 1929) deja a la
ciencia ficción sin su maestra indiscutible y a los millones de lectores que la
adoraban huérfanos. La autora falleció el lunes, a los 88 años, en su casa de
Portland (Oregón, EEUU), según ha informado su familia. Ninguna otra mujer ha
significado para el género tanto ni le ha aportado tanto como la escritora
estadounidense, autora de novelas absolutamente fundamentales y que permanecen
imborrables en la memoria como La
mano izquierda de la oscuridad, El nombre del mundo es bosque, Los desposeídos o
la serie de Terramar.
Le Guin forma parte de
la historia de la ciencia ficción a la misma altura que los también
desaparecidos Arthur C. Clarke, Isaac Asimov o Ray Bradbury, por nombrar a tres
personajes emblemáticos. Como ellos, la autora disfrutó de una extraordinaria
popularidad convirtiéndose en símbolo de lo mejor del género. En España acaba
de aparecer precisamente un volumen con una serie de ensayos inéditos sobre sus
lecturas y sobre la escritura (Contar
y escuchar, Círculo de Tiza).
La creación de Le Guin,
sutil y de hálito literario, se caracteriza por su interés por la antropología
—que le vino de familia: sus padres eran científicos de esa disciplina— y por
la dimensión ética de sus obras. Yendo mucho más allá de la space-opera de
aventuras y de la ciencia ficción dura (centrada en lo tecnológico), ella nos
llevó a planetas lejanos para reflexionar sobre nuestras sociedades, nuestra
sexualidad o nuestras decisiones morales.
Su éxito más sonado lo
obtuvo en 1969 con La
mano izquierda de la oscuridad, novela imprescindible no ya de la
ciencia ficción sino de la literatura en general y en la que imaginó un mundo
en el que un embajador terrestre se encuentra con una sociedad en la que las
personas son hermafroditas, de sexo masculino o femenino en función de la
estación del año, con las lógicas complicaciones. En Los desposeídos,
imaginó dos planetas gemelos en uno de los cuales reina un capitalismo a
ultranza y en el otro un comunismo utópico. El mundo de Rocannony Planeta de exilio son otros de sus títulos más
famosos.
Inteligente hasta la
sabiduría, irónica pero muy amable, incluso entrañable; modesta aunque con un
carácter fuerte que la llevó a protestar porque los creadores de Harry Potter o Avatar no
reconocieran la evidente deuda que tenían con sus obras (el ciclo de Terramar,
con su joven mago, Ged, atormentado por la responsabilidad de su poder, en el
primer caso, y El
nombre del mundo es bosque, con su sociedad ecológica amenazada por
los humanos en el segundo). Le Guin pleiteó también en defensa de los derechos
de los escritores ante la voracidad de Internet, y fue una verdadera pionera
del feminismo.
Vivía con su marido en
una casita a las afueras de Portland donde pasó los años finales de su vida en
una armonía que tenía que ver con su amor por la naturaleza –adoraba los
grandes paisajes de su país y escribió sobre ellos- y su interés por el
taoísmo. Si alguien merece que cuando miremos a las estrellas lo recordemos, es
ella.