Las tres primeras diputadas de la historia de España
Victoria Kent, Margarita
Nelken y Clara Campoamor entraron
en el Parlamento en 1931, cuando las mujeres aún no podían votar pero sí ser
elegidas.
Las tres primeras mujeres que fueron elegidas diputadas
en España fueron Clara Campoamor, Victoria Kent y Margarita
Nelken. Curiosamente, resultaron electas en 1931, en los primeros
comicios generales de la II República, en un momento en que al colectivo
femenino sin embargo no le estaba permitido votar.
Clara Campoamor, (Madrid, 1888 -
Lausana, Suiza, 1972) fue elegida por el Partido Radical. Formó parte de la
comisión encargada de elaborar el proyecto de Constitución de la nueva
República, y allí luchó por principios como la no discriminación por razón de
sexo, la igualdad jurídica de los hijos habidos dentro y fuera del
matrimonio, el divorcio o el voto femenino.
Para esto último, paradójicamente, tuvo que
enfrentarse a las otras dos diputadas mujeres, Victoria Kent y Margarita
Nelken. Ambas coincidían en que las
mujeres españolas estaban demasiado condicionadas por la iglesia: poco antes de votarse el sufragio femenino, fueron entregadas
al Presidente de las Cortes un millón y medio de firmas de mujeres católicas
pidiendo el cambio del proyecto de Constitución para que respetara los
«derechos de la Iglesia».
Victoria Kent (Málaga,1897- Nueva York, 1987), licenciada en Derecho en 1924
por la Universidad Central, se hizo famosa en 1930 por defender ante el
Tribunal de Guerra a Álvaro de Albornoz,
miembro del Comité Revolucionario Republicano, detenido y procesado a raíz de
la sublevación de Jaca. Fue la primera mujer en
intervenir ante un consejo de Guerra en España, y consiguió la
absolución de su defendido.
El presidente de la República Niceto Alcalá-Zamora la nombró Directora General
de Prisiones en mayo de 1931. Su mandato siguió la labor ya iniciada por Concepción Arenal (1820 – 1893), con la
meta fijada en la rehabilitación de los presos. Ordenó mejorar la alimentación
de los reclusos, estableció permisos por razones familiares, cerró
penitenciarías por sus pésimas condiciones y ordenó construir la nueva
cárcel de mujeres de Ventas, en Madrid.
Margarita Nelken (Madrid, 1894- México, 1968), era una joven treintañera cuando ganó su escaño en las Cortes
de la II República, por el Partido Socialista. Fue también elegida en las
elecciones de 1933 y 1936, siendo la única mujer que
consiguió las tres actas parlamentarias durante el tiempo que
duró este régimen.
Durante la guerra civil, estuvo en los frentes de
Extremadura y Toledo, se incorporó al PCE y pasó la última etapa de la guerra
en Barcelona, siendo la única diputada que estuvo presente en la última reunión
de las Cortes republicanas en suelo español, que tuvo como escenario los sótanos del castillo de Figueras, el 1 de febrero de
1939.
Durante la Segunda República,
9 mujeres lograron un asiento en el Congreso de los Diputados. En la
primera legislatura de 1931 lo hicieron Victoria
Kent, Clara Campoamor y Margarita Nelken. Estas son, pues, las
tres primeras diputadas democráticamente electas de la historia de nuestro
país.
Kent y Campoamor consiguieron su
escaño por la circunscripción de Madrid, mientras que Nelken lo hizo por
Badajoz. Las dos primeras eran en cierto modo rivales políticas, pues mientras Kent era diputada por el Partido
Radical Socialista, Campoamor lo era
por el Partido Republicano Radical. No obstante, ambas compartieron afiliación
en el Lyceum Club Femenino y fueron las primeras mujeres que ingresaron en el
Colegio de Abogados de Madrid.
Estas dos diputadas
protagonizaron en 1931 un intenso debate en el Congreso sobre la necesidad de
ampliar el sufragio femenino. Campoamor se
erigió como una de sus más fervientes defensoras, al entender que la igualdad
natural entre el hombre y la mujer debía también trasladarse en campo de los
derechos políticos. En cambio, Victoria
Kent argumentaba que por el bien de la República debía posponerse el
sufragio femenino hasta que las mujeres estuvieran más preparadas y libres de
la influencia del clérigo, los maridos y, en general, de influencias
reaccionarias. Margarita Nelken, a
pesar de su militancia feminista, también se opuso a la ampliación del sufragio
con argumentos similares.
Campoamor replicó en
las Cortes a las posturas contrarias al sufragio que venían desde la izquierda
con las siguientes palabras:
"No es desde el
punto de vista del principio, es desde el temor que aquí se ha expuesto, fuera
del ámbito del principio –cosa dolorosa para un abogado–, como se puede venir a
discutir el derecho de la mujer a que sea reconocido en la Constitución el de
sufragio. Y desde el punto de vista práctico, utilitario, ¿de qué acusáis a la
mujer? ¿Es de ignorancia?"
Desmarcándose de su
grupo parlamentario, Clara Campoamor
votó a favor del sufragio femenino, pero sus otras dos compañeras se
pronunciaron en contra. No deja de ser irónico que la ampliación del sufragio
femenino se aprobara a pesar de no contar con dos de los tres votos femeninos
de la cámara. Para muchos de la época,
Campoamor acabó siendo víctima de su victoria, pues la ampliación del
sufragio femenino acabó con su carrera política: en las elecciones de 1933 no
consiguió revalidar su escaño.
De hecho en las
elecciones de 1933 sólo repitió la diputada del PSOE, Margarita Nelken, la única mujer que mantuvo su acta de diputada
durante todo el período republicano. A ella se sumaron otras cuatro nuevas
diputadas: tres del PSOE, Veneranda
García Blanco (Asturias, 1893 – Oviedo, 1992), María Lejarraga
García (Rioja, 1874 – Buenos Aires,
1974) y Matilde de la Torre Gutiérrez (Cantabria, 1884
– México, 1946), y una de la CEDA, Francisca
Bohigas Gavilanes (Barcelona, 1893 – Madrid, 1973), la primera
parlamentaria de derechas en conseguir un escaño en las Cortes vía elecciones y
la única parlamentaria republicana que no sufrió exilio.
Finalmente, en 1936,
en las últimas elecciones de la República, se incorporaron dos nuevas
diputadas: la comunista Dolores Ibárruri
Gómez –la Pasionaria– (Vizcaya, 1895
– Madrid, 1989), quien volvería a ser diputada en las primeras elecciones
democráticas tras la dictadura de Franco; y la socialista Julia Álvarez Resano
(Navarra, 1903 – México, 1948), quien, entre otros cargos, fue gobernadora
civil de Ciudad Real.