Maitane Alonso, la joven bilbaína que ha triunfado con
su máquina para conservar alimentos
El MIT premia la invención de esta estudiante de Medicina de sólo 18 años, que también ha despertado el interés de la NASA
El MIT premia la invención de esta estudiante de Medicina de sólo 18 años, que también ha despertado el interés de la NASA
ONAMaitane Alonso (Bilbao, 2001), estudiante de 18 años de
segundo de Medicina en la Universidad del País Vasco (UPV), arranca
con estas palabras la explicación del origen de su innovadora máquina de
conservación de alimentos, un invento galardonado en el certamen más importante
del mundo de ciencia y tecnología, organizado por el
prestigioso Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT) y
celebrado este año en Phoenix. Allí, el proyecto de Alonso no sólo consiguió
el primer premio en Sostenibilidad y el segundo
en Microbiología, sino que despertó el interés de la NASA.
La idea nace tres años antes mucho más cerca. En concreto, en el txoko –caseta–
junto a su casa familiar en Sodupe (Bizkaia) y gracias a la afición de su padre
a hacer barbacoas. “Somos cinco, pero cocina como para todo el país. Nos
sobraba siempre comida y ahí me di cuenta de que teníamos un problema”,
explica. Los asados son el catalizador de una investigación que pronto le puso
en contacto con una problemática acuciante: un tercio de la producción
alimentaria mundial es desechada debido a dificultades con la conservación.
También indagó en la relación de esta con las enfermedades, en especial a raíz
del uso de químicos.
"El futuro de todos está en la sostenibilidad y la investigación; no tenemos un planeta B", dice Alonso.
El segundo momento clave se produce tras adquirir un generador que
emitía descargas eléctricas. Un día, su hermano se olvidó las botas de fútbol
junto al aparato. Alonso observó que a los pocos minutos de estar al lado del
generador el “curioso” olor que desprendía el calzado había desaparecido por
completo. “Me planteé qué pasaría si eliminaba los olores que había presentes
en los productos: ahí comencé a diseñar la máquina con este método, que he
llamado envasado con aire tratado”, indica.
Mediante descargar eléctricas, el invento disocia moléculas del
aire que después se impulsan por encima de los alimentos, de manera que esas
moléculas disociadas maten a los microorganismos. Al acabar con estos, se
alarga la vida útil del producto. Con el primer prototipo, pequeño y pensado
para los hogares, Alonso se presentó en la Zientzia Azoka de Elhuyar en
Euskadi, donde recibió el primer premio. Fue la casilla de salida para el gran
periplo del proyecto. El reconocimiento le dio el pase para la feria más
importante a nivel estatal, la Exporecerca Jove, organizada por Magma. “No
esperaba nada; iba, como quien dice, a pasar el día”, reconoce. El invento, sin
embargo, fue galardonado también con el primer premio y la mención de honor del
jurado, llevándolo a la convención de ciencia de Chile.
El término acomodarse no casa con la personalidad de Alonso y,
lejos de saborear el éxito, su curiosidad innata y ansia de superación la
guiaron hacia la expansión de su idea. “Me fijé en que tanto comercios como
fruterías o supermercados también desechan a diario mucha comida, la industria
necesitaba también una alternativa a los métodos actuales”, explica. Así, se
lanzó a construir una máquina industrial basada en el mismo concepto. Con el
apoyo de las empresas Kilse, J-Pack, Eurozone y el Ayuntamiento de Güeñes, la
investigadora llevó a otro nivel la máquina construida en el txoko de
su casa familiar.
El pasado año comenzó a estudiar Medicina en la UPV, campo en el
que quiere especializarse en Oncología y compatibilizar la atención a los
pacientes con la investigación contra el cáncer. En su nueva etapa vital, el
trabajo en el laboratorio sigue muy presente. De hecho, ha aprovechado las
instalaciones de la universidad para mejorar el invento. “Los análisis que
había hecho en casa eran bastante básicos, aquí pude hacer análisis
microbiológicos más exhaustivos”, destaca. Con estos y una nueva máquina
industrial, volvió a participar el pasado febrero en la Exporecerca Jove. El
proyecto no sólo ganó, sino que se hizo con el premio de la Societat Catalana
de Biologia y el reconocimiento Intel, que le valió la invitación a la final
del campeonato del mundo de Ciencia y Tecnología que se celebró en mayo en
Phoenix.
En Arizona, entre más de 2.000 participantes de 80 países, obtuvo
la mayor distinción en Sostenibilidad y la segunda en Microbiología. Explicó su
idea a la NASA y, como parte del premio, el MIT bautizará a un asteroide con su
nombre. “Fue surrealista, todavía no me lo creo”, dice.
Incansable y perfeccionista, Alonso continúa investigando sobre un
proyecto que le gustaría poder comercializar en el futuro, aunque, dice, “eso
es soñar a lo grande”. Asimismo, espera que el reconocimiento sirva para que
haya más ayudas para que los jóvenes puedan investigar. Una generación, la
suya, en la que “hay muchas personas con ideas geniales que permitirán mejorar
un poco el mundo”.
En ese sentido, reivindica la concienciación social hacia la
sostenibilidad ya que, todavía, “mucha gente no es consciente de que no tenemos
un planeta B”. “El futuro cada vez pinta peor, es nuestro deber luchar por ello
y hacer que la gente se mueva, sobre todo instituciones y gobiernos”, subraya.
Tiene clara la receta: “El futuro de todos está en la sostenibilidad y la
investigación”.
En
ese sentido, pide también a las familias y al sistema educativo que fomenten el
interés de los niños y niñas por indagar. En su caso, fueron claves: “Yo he
tenido la suerte de tener una familia que siempre me ha animado a seguir
preguntándome las cosas”.