Ciento
dieciocho años. Ese es el tiempo que había calculado el Foro Económico Mundial
que tardarían las mujeres de los países occidentales en lograr la equiparación
salarial con los hombres. Y eso suponiendo que la línea de progreso fuera
siempre ascendente, algo que, dada la experiencia de los últimos años, es mucho
suponer. De hecho, hay ya datos que demuestran que en los países más castigados
por la gran recesión de 2008, como España, las mujeres están saliendo de la crisis
en peores condiciones de las que entraron: con más precariedad, más
temporalidad y mayor brecha salarial. El último informe de la Generalitat de
Cataluña indica, por ejemplo, que el salario medio de las mujeres es un 26%
inferior al de los hombres, cuando antes de la crisis era el 24%.
¿Debemos resignarnos a esta larga marcha que puede no tener fin?
Islandia ha dicho que no. Y ha decidido dar una nueva vuelta de tuerca a la ya
muy avanzada normativa en materia de igualdad, obligando a las empresas de más de
25 trabajadores a demostrar, mediante auditorias externas, que cumplen con la
equidad salarial. El que las leyes obliguen a la igualdad no es suficiente.
Islandia, en concreto, reguló la igualdad salarial hace más de más de medio
siglo. Y sin embargo, las mujeres en la isla siguen ganando entre un 14% y un
20% menos que los hombres. Y eso, a pesar de que Islandia es uno de los países
con legislación más avanzada en igualdad de género. Su legislación incluye la
exigencia de cuotas en los consejos de administración, generosas ayudas para el
cuidado de los hijos y largos permisos remunerados por maternidad y paternidad.
Eso ha permitido que hoy casi la mitad de los parlamentarios sean mujeres, la
tasa de ocupación femenina supere el 80% y que, gracias las cuotas
obligatorias, casi la mitad de los asientos de los consejos de administración
de las empresas estén ocupados por mujeres. Pero la brecha salarial se resiste.
De ahí el empujón legislativo que acaba de aprobar. “La historia demuestra que
si quieres progreso, lo debes forzar”, ha dicho Thorsteinn Viglundsson, titular
de Asuntos Sociales e Igualdad.
No es solo una cuestión de justicia. Son muchos los informes que
demuestran las ventajas de la igualdad. Aprovechar el potencial creativo y la
formación de la mitad femenina de la población debería ser un imperativo
económico inexcusable. Pero además, las empresas que practican la igualdad de
género tienen ventajas competitivas que las hacen más exitosas. Quienes estén
interesados en esta cuestión encontraran un amplio despliegue de datos en
el Gender Equality Gobal Raport and Ranking de
1917.
En todo caso, Islandia siempre nos sorprende con iniciativas
interesantes que por lo menos reflejan la valentía de una sociedad dispuesta a
innovar también en cuestiones de gobernanza. Desde su forma de afrontar la
grave crisis bancaria, a contracorriente de lo que se hacía en el resto de
Europa, a la experiencia de encargar la reforma de la Constitución a un comité
de 25 ciudadanos representativos de la sociedad islandesa elegidos por un
sistema mixto de votación y sorteo.